Explosiones nucleares en la antigua Sumeria

Los escritos sumerios conocidos como ‘lamentaciones’ -en tablillas descubiertas en las excavaciones de Uruk, Ur, Eridú y Nipur- describen lo siguiente, según la traducción del eminente profesor Samuel Kramer, a quien se considera el mayor experto en temas sumerios:
‘En la tierra cayó una calamidad desconocida para el hombre; una que nunca se había visto antes; una que no podría ser soportada. Una gran tormenta del cielo… Una tormenta aniquiladora de la tierra… Un viento maligno, como un torrente… Una tormenta arrasadora unida por un calor abrasador… De día se privó a la tierra del brillante sol; por la noche las estrellas no brillaban… La gente, aterrorizada, casi no podía respirar; el viento maligno los agarró, no les concedió otro día… Las bocas estaban empapadas de sangre; las cabezas se revolvían en sangre… El rostro se tornó pálido por el viento maligno. Esto causó que las ciudades fueran desoladas, las casas se volvieron desoladas, los establos se volvieron desolados… Hizo que los ríos de Sumer fluyeran con agua amarga; sus campos de cultivo crecieron con malas hierbas, en sus pastos crecían plantas marchitas…’

En la península del Sinaí se detectan lechos de ríos secos, así como una enorme mancha blanca y brillante de más de cien kilómetros de diámetro, semejante a la que dejan las explosiones nucleares. También se observan en la península millones de piedras ennegrecidas y esparcidas por decenas de kilómetros. Estas piedras no son volcánicas, ya que no existen volcanes en la zona. Tampoco pueden proceder de un meteorito, ya que la capa ennegrecida es superficial. Sea lo que sea lo que ocurriera en Sumeria y en aquellas zonas hoy desérticas del Sinaí, la evidencia desconcierta a los historiadores, que se niegan a creer que en la antigüedad pudiera haber existido una tecnología así.

Óleo que representa la destrucción de Sodoma y Gomorra según el Génesis.

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